domingo, 5 de diciembre de 2010

El día que no salió el sol - Marié Rojas Tamayo






EL DÍA QUE NO SALIÓ EL SOL

Cuento infantil

de Marié Rojas Tamayo

Ilustrado por Sarah Graziella Respall Rojas

EL DÍA QUE NO SALIÓ EL SOL


Aquella mañana los animalitos diurnos demoraron en despertarse. Los nocturnos hicieron horas extra esperando a que se marchase la oscuridad. Pero pasado un tiempo, comenzó a ser evidente que el sol no iba a salir. El murciélago voló a averiguar qué pasaba y regresó con la noticia:

Una nube inmensa, pesada y oscura, cubría al pobre sol, atrapado tras su sombra, sin posibilidad de anunciarse con uno de sus amaneceres coloridos.


Inmediatamente convocaron una asamblea. Los animales se reunieron alrededor de la sabia abejita, quien les dijo: “Hermanos, hay que rescatar al sol de esta nube que lo tiene preso, debemos encontrar una solución”.


Las mariposas propusieron alzar su vuelo lo más alto posible y batir alas con todas sus fuerzas… sabido es que el viento empuja a las nubes, llevándoselas a otras regiones. Allá volaron en bandadas. Pero por más que lo intentaron, la intrusa no se movió ni un poquito. Regresaron agotadas.


Habló la mamá de una familia de osos y propuso tirarle piedras a la nube; tal vez la asustaran y lograran que se marchara. Comenzó una andanada de piedras a volar por los aires. Pero descendieron a toda prisa para caer en la cabeza de los que no corrieron a esconderse.


Las arañas tejedoras propusieron hacer una gran red y atrapar a la nube, tirar de ella y llevarla lejos. Nadie estuvo de acuerdo porque una vez hecha la red no sabrían como hacer caer en ella al nubarrón…


Entonces un zunzún a quien nadie hacía caso, porque era el ave más pequeña del mundo, les dijo: “Ayer volé cerca de unos niños, les escuché decir que las nubes están hechas de gotas de agua y que si se canta muy alto se hace que estas gotas caigan. No sé si es verdad, ¡pero vale la pena probar!”.

Estuvieron de acuerdo. Cantar una canción no es difícil como cazar la nube en una red, ni fatigoso como abanicarla para que se marche, ni peligroso como lanzar piedras. Haciendo un gran coro, los animales comenzaron a cantar para que la nube se transformara en lluvia y dejara libre al sol. Aullaban los lobos, trinaban las aves, gruñían los osos, bramaban los ciervos, chillaban las ardillas…

Hasta la serpiente sorprendió a todos con su melodiosa voz.


De pronto, una gota cayó sobre la cabeza de la lechuza, que voló gritando: “¡Más, más, más!” El canto se elevó, a esa gota le siguió otra, ya eran millones, mientras la nube se iba desvaneciendo, dando paso a los primeros rayos de luz. Cuando quedaban apenas unas gotitas, el sol las transformó en un bello arco iris, agradeciendo a los animalitos su canción.


De este modo comenzó el nuevo día. No sabemos si fue gracias a la canción que la nube se transformó en lluvia, o si era un cuento más de los que suele inventar el zunzún, tan pequeñito como juguetón. ¡Lo cierto es que valió la pena intentarlo!

(c)Marié Rojas Tamayo

(c)Ilustraciones: Sarah Graziella Respall Rojas, 9 años

4to grado

Escuela Pepito Mendoza


Cuba

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